"LA QUE ES"

De Elizabeth A. Johnson

Esta es una compilación de mis escritos sobre el libro "LA QUE ES, El misterio de Dios en e discurso teológico feminista", de Elizabeth A. JohnsonHay otras personas que estan haciendo este mismo ejercicio en el blog de la página NAKAWÉ. Puedes visitarla y leer los otros aportes: http://nakawe.jimdo.com/nuestro-blog/

 


Los nombres de Dios/a y su carga política en los grupos sociales

Por Nancy Olaya Monsalve


Debo decir que gocé mucho releyendo la primera parte del libro de Elizabeth A. JohnsonLA QUE ES”. Y de una manera sencilla y breve, quisiera ir de su mano, glosando algunos de sus planteamientos pero no a manera de síntesis sino más bien, compartiendo mis reflexiones sobre aquello que produjo en mi mayor resonancia.

Deseo comenzar recordando las mujeres importantes de mi vida, aquellas que me contuvieron, nutrieron, orientaron, acompañaron, perdonaron, defendieron, confiaron... En fin, todas aquellas que contribuyeron y están contribuyendo de alguna manera a mi liberación: mi abuela materna, mi querida madre, mis tías solteras (maternas), mis maestras y mis amigas íntimas. Sin ellas imposible ser la que soy. Por lo tanto, comparto con Elizabeth Johnson la convicción de que “es perfectamente justo hablar del misterio de Dios en metáforas femeninas”, como no.

 

Creo que el imaginario que tengamos de Dios/a configura la forma como interpretamos y nos relacionamos con la realidad. “El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia, él lo detesta. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado” (salmo 10[1]) ¿Qué imagen de Dios transmite esta oración? O esta otra: “Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos” (salmo 143[2]) ¿Quién desea rendirle culto a ese Dios? ¿Qué conductas puede provocar en sus devotas/os? Una pregunta más ¿Quién da nombre a ese Dios? Las respuestas las encontramos en nuestra historia personal, en la historia de la humanidad, de las religiones, de las iglesias. Y lo malo es que arropadas/os con ese imaginario, seguimos cometiendo los más crueles y despiadados atropellos y delitos contra la humanidad, sobre todo contra, la humanidad que está más alejada de los centros del poder económico y militar.

 

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente… porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar… llegó tu cólera y el tiempo de que sean juzgados los muertos…” (Cantico[3]). El libro de la liturgia de las horas recoge toda la imaginería del teísmo medieval y de principios de la edad moderna. Dios es un ser supremo, juez, monarca, patriarca universal que exige sumisión y lealtad sin tolerar la más mínima oposición. Tal como dice la autora del libro, son las características de los hombres de gobierno, con gran poder militar y situados en la cúspide de la pirámide social. Con razón, estas imágenes son rechazadas y catalogadas como proyecciones alienantes que adormecen el sufrimiento provocado por la opresión social y económica. Se corrobora ese principio que conocemos: “el lenguaje no sólo expresa el mundo sino que lo crea”. ¿Estamos contentas/os con este mundo hecho a imagen y semejanza de ese concepto de divinidad? ¿A quién favorece o aprovecha esa conceptualización? Respuesta: A unos pocos, lo sabemos de sobra, por eso es imperativo conjurar esas imágenes de la mente y el corazón ¿y cómo? ¿Dónde buscar un lenguaje distinto, alternativo e inclusivo?

 

Ese es precisamente el esfuerzo contenido en el libro “LA QUE ES”. La autora dice que hay que buscar la sabiduría ignorada, suprimida o alternativa dentro y fuera. Por ejemplo en las aportaciones de las mujeres y su construcción alternativa de la realidad, en las fuentes de otras tradiciones religiosas cuyas intuiciones nos abren horizontes, o en las narraciones y experiencias de las/los pobres y excluidos que nos sitúan en otra posición de la pirámide social. Hay esperanzas, se van modelando nuevos lenguajes sobre Dios/a y en coherencia, se van orientando modo nuevos de vivir juntas/os, con todas/os y con la tierra.

 

Ahora bien, si aceptamos que pensamos e interpretamos el mundo a través de imágenes, que éstas insinúan realidades distintas de sí mismas, pero que de alguna manera participan de aquello que indican, y que tienen la propiedad de sacar a flote nuestra subjetividad y determinar la conducta humana, entonces la búsqueda de una imaginería para hablar del misterio divino y es un asunto central en la teología y la espiritualidad. Elizabeth Johnson analiza las vías posibles y toma postura. Voy a describir lacónicamente lo que la autora expone magistralmente en las páginas 74 a la 86:

  1. VIA 1: Conferir cualidades femeninas a Dios. Estás imágenes no logran transformar el modelo androcéntrico. Lo femenino vuelve a utilizarse para ensalzar al varón y no viceversa. La mujer nunca aparece como símbolo de Dios en toda su plenitud divina de manera equivalente al varón. ¿Con qué derecho puede decirse que la compasión, el respeto y la nutrición son concebidos como características primordialmente femeninas, y no como humanas? ¿Por qué la fuerza, el gobierno y la racionalidad son propiedades exclusivamente masculinas? ¿No será que el concepto mismo de femenino es una invención patriarcal, un ideal proyectado por los hombres en las mujeres y vigorosamente defendido porque da estupendos resultados para mantener a los hombres en posiciones de poder, y a las mujeres en posiciones de servicio a los hombres? Esto no quiere decir que no existan diferencias, sino que se trata de cuestionar la justificación de la actual distribución de virtudes y atributos y que no pueden imponerse como descripción de la realidad. En definitiva esta perspectiva no sirve adecuadamente para hablar de Dios en una dirección más inclusiva y liberadora.
  2. VIA 2: Descubrir la dimensión femenina de Dios. En las escrituras hebreas, el Espíritu está vinculado a la realidad femenina: “ruah” (Gn 1,2 y Lc 1,35 y 3,22). La primera dificultad, el Espíritu Santo carece de rostro, amorfa y es la tercera, subordinada a las otras dos personas que tienen claramente imagen de varón. Por otro lado, esa dimensión femenina de Dios la identifican casi exclusivamente con su rol materno, la autodonación, lo afectivo, lo silencioso, la humildad, la obediencia… algunos teólogos aceptan sin critica el principio de Jung que identifica lo femenino con el ánima: lo oscuro, lo inmanente, la muerte, la profundidad y la receptividad… lo masculino con la luz, la trascendencia, la apertura y la razón. Este planteamiento no es liberador para las mujeres. Las mujeres no se pueden reducir a estas categorías preestablecidas que limitan sus roles históricos que no incluyen la iniciativa, la dirección, lo intelectual, lo artístico o público que exteriorizan las mujeres hoy. Hoy las mujeres necesitamos explorar nuestro orgullo y cólera más que las oscuridades y pasividades. La capacidad de las mujeres no se agota en la crianza, la ternura, la corporeidad o el instinto. Tampoco hay que pensar que la inteligencia y la actividad creativa y transformadora están más allá de la meta del poder de las mujeres. ¿Cómo decir que Dios tiene dimensiones sin mencionar dualísticamente lo masculino y lo femenino? No debemos ontologizar el sexo en Dios, haciendo de la sexualidad una dimensión del ser divino. Las metáforas femeninas para Dios no quieren decir que Dios tenga una dimensión femenina. No es ninguna solución definir al Espíritu Santo como la dimensión femenina de lo divino en un marco patriarcal.
  3. VIA 3: Lenguaje sobre Dios en el que pueda servir la humanidad femenina, la masculina y lo cósmica de manera equivalente. Dios no es ni femenino ni masculino, no tiene sexo como las personas, pero siendo imágenes de Dios pueden servir igualmente de metáforas con referencia al misterio divino. Esta forma es muy benéfica para las mujeres porque pone de manifiesto desde el comienzo que las mujeres gozan de la dignidad de seres hechas a imagen de Dios y se relativiza el énfasis puesto en lo masculino. Las religiones antiguas que hablaban de Dios con símbolos femeninos y masculinos pueden ayudarnos mucho en el alcance de esta aproximación. En ellos el varón y la mujer gozaban de poderes amplios y equivalentes. Una diosa como Istar era concebida como fuente de soberanía y poder divinos: separaba el cielo y la tierra, liberaba los cautivos, hace la guerra y establece la paz, administra la justicia, dicta sentencias e ilumina los seres humanos con su verdad… poderosa en lo privado como en lo público. A Horus, imagen masculina se le confieren similares funciones. Istar es expresión de la plenitud del cuidado y del poder divino manifestado en imagen femenina (Lc 15,4-10): ambos buscan con ardor lo perdido y se alegra tras haberlo encontrado. Al hablar del trabajo habitual de hombres y mujeres, orientan al oyente hacia la acción redentora de Dios con imágenes en las que se consideren equivalentes a hombres y mujeres. El misterio de Dios trasciende todas las imágenes, pero puede ser formulado igual de bien y con las mismas limitaciones en conceptos tomados de la realidad femenina y masculina. Usemos con naturalidad y habitualidad estas imágenes.


[1]     LITURGIA DE LAS HORAS PARA LOS FIELES, presentado por Pedro Farnés Scherer, Pbro. Versión litúrgica oficial. 1988. Pág 498.

[2]     Ibíd. Pág 757.

[3]    Ibíd. Pág 784.